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Veintidós, nunca se enamoren (Capítulo 5)

  • Foto del escritor: lautaro dattoli
    lautaro dattoli
  • 4 ago 2017
  • 2 Min. de lectura

Excusas

Hace varios años sostengo que los viernes en Buenos Aires son especiales, tienen algo que hace que en cada barrio, esquina o café haya una historia, donde cada uno al pasar por allí recuerde tiempos mejores o viva un nuevo capítulo. Y Palermo es el mejor ejemplo, ya que allí todo arranca y termina en la misma noche, las aventuras están a la orden del día pero por esas calles nadie habla de amor e incluso si algún Palermitano llegó a sentir algo parecido a eso, se equivocó. Y por supuesto que algunos viernes atrás, yo también me equivoqué…

A pesar de mis prejuicios por ese barrio, había citado a Josefina allí, supongo que para no hacerla viajar ya que a ella le quedaba más cerca. La había conocido días atrás de una manera muy común hoy en día pero atípica para mí, las redes sociales. Ella era mayor que yo y tan hermosa que todos mis miedos se multiplicaban, la presión me atormentaba y creo que nunca me había preparado y producido tanto para alguien. Ni yo me lo creía.

Tuvimos una noche increíble, al menos eso sentí. Todo comenzó con una cena llena de risas y anécdotas, que finalizó con un café, para luego caminar juntos bajo la luz de la luna. Al dejarla en su casa no me importó esperar el colectivo bajo el frío de la madrugada. Estaba feliz. Pero como dije antes, la felicidad y el amor en Palermo son efímeros. Es algo incompatible.

La mañana siguiente la llamé y discutimos, como si el hechizo mágico de ese barrio nos estuviera haciendo efecto… Me dijo que me agradecía la noche que habíamos pasado pero que seguía pensando en su ex y necesitaba estar con alguien, para saber que aún lo amaba.

Fue tan fuerte el dolor que sentí, que le empecé a decir de todo. Dejando a un costado mi caballerosidad y alguna posibilidad de arreglar las cosas. Estaba cegado. Pero no me importa, porque pase lo que pase la culpa siempre será de Palermo

Sinceramente, me enamoré en una noche. Gran error del cual jamás me arrepentiré. Porque yo te amo, donde sea que estés.

 
 
 

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