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Veintidós, nunca se enamoren (Capítulo 8)

  • Foto del escritor: lautaro dattoli
    lautaro dattoli
  • 12 ago 2017
  • 1 Min. de lectura

Capitulo 8

Ella

Y luego de tanta reflexión ya estoy mejor, necesitaba descargar todo lo que tenía en mi cabeza… Ahora vine a la plaza del barrio a leer un poco, hace mucho no lo hacía. Es un bello día de mediados de agosto y los niños juegan en el pasto.

Pensé que nada iba a poder interrumpir este relato de Agatha Christie sobre Hércules Poirot, mi escritora preferida contando las aventuras de mi detective privado favorito. Nada mejor.

Pero el destino me tenía guardada una particular sorpresa, ya que en frente del parque vive mi mejor amigo y desde donde estoy sentado puedo ver el balcón de su casa, allí observe a una joven de mediana estatura y pelo oscuro, charlando junto a él. Nada raro. Hasta que al intentar fijarme mejor la reconocí.

La señorita sonriendo en el balcón de mi amigo era nada más ni nada menos que Natalia Marino, la chica que soñé tener toda la vida pero a la que nunca me animé a decirle nada. Fuimos compañeros de primaria y desde allí me gusta, como esos amores de niño que nunca se olvidan y están llenos de inocencia. Lo mas triste fue que en el momento que la reconocí ella se acercó a mi amigo y lo besó.

Un día tan bello se volvió triste y juro que ver a mi amigo feliz me alegra y entiendo que Natalia nunca supo mi amor hacia ella. Pero… ¿Por qué todo esto me pasa a mí?

 
 
 

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